¿Podrían unos zapatos comunicarle al mundo que se aproximaba
una revolución en una las instituciones más conservadoras del mundo?
Claro.
En los últimos años el poder de los símbolos ha recobrado la relevancia que
siempre debió tener. En el tiempo de la comunicación instantánea y
de tan solo 140 caracteres comunicar con elementos simbólicos es fundamental.
El
Papa Francisco es sin duda la figura pública que en el presente inmediato más
uso positivo ha tenido de lo simbólico. Es evidente en su discurso que
comprende con una claridad absoluta que las palabras son huecas sino se
acompañan con hechos fotografiables que muestren una acción creíble para
producir un impacto y también influenciar a la acción.
Uno
de tantos ejemplos que podríamos citar fue cuando recientemente aceptó ponerse una nariz de payaso para
ofrecer apoyo a una fundación que utiliza la risa para llevar alegría a niños y
niñas con problemas de salud.
Pero
aunque pensemos que el uso de los simbólico es un recurso moderno, deberíamos
afirmar categóricamente que no. ¿ Se imaginan cuantas reproducciones o likes
hubiese recibido la foto de Jesús hablando a solas con una MUJER y además SAMARITANA,
que se había casado siete veces? Señaló
esas palabras en mayúscula porque cada una de ellas representa un estereotipo
que con su acción Jesús ignoraba. Su acto, que fue de amor por cierto, fue
sumamente simbólico, tanto que nos da de que hablar hoy.
El
poder simbólico es un concepto sociológico principalmente desarrollado por Pierre Bourdieu. Este es asociado a formas en que los
sectores dominantes logran transmitir paradigmas usando simbolismos que
representan sus intereses, de manera que estos se convierten en patrones de
pensamiento aceptados como verdad, que les permiten el dominio sin uso de elementos
represivos. Un ejemplo: el comunismo es malo, a quienes lo pregonan hay que tenerles miedo. Es comunista, es malo.
El
poder simbólico tal como se describe se está desmoronando desde mi punto de
vista. Pues ya no hay secretos, gracias a internet, redes sociales y otras
formas de comunicación. Pero el poder de
lo simbólico, que es diferente, está tomando fuerza.
Unos
ejemplos más.
¿ Le
sería posible a Mujica solicitar un esfuerzo de austeridad a los uruguayos?
La
Presidenta Laura Chinchilla reconoce en estos días, en diferentes medios de
comunicación un fallo “estrepitoso” en comunicación durante su gobierno. El principal, creo yo, fue que no la vimos
tanto como debimos. En comunicación hay una máxima, lo que no se comunica no
existe.
¿Haga usted su propio análisis al comparar estas
dos fotografías publicadas en el Diario La Nación el mismo día? Ambos
candidatos presidenciales.
Pero
lo simbólico no funciona solo porque si. Lo simbólico de hoy no puede ser solo
fantasía. Debe estar respaldado por un contexto apropiado. El símbolo debe ser creíble. Debe ser
apropiado y consecuente con la coyuntura en la que su usa.
Un
ejemplo inapropiado fue realizado por René Pérez vocalista de Calle 13 en un acto que pretendía ser simbólico en
contra del consumismo resultó absolutamente contraproducente. Con bate en mano arremetió contra un Maserati
valorado en $100 mil dólares. Hay quienes dicen que cómo alguien que no
comulga con el consumismo poseía un Maserati, otros que con ese Maserati se
podrían haber construido dos escuelas en Perú.

Lo
simbólico es fundamental en los procesos de comunicación de hoy. Una fotografía
tanto mensajes como un grupo de párrafos, y se toma menos tiempo leerlo.
Lo
simbólico es un lenguaje deseable. Pero debe se ser coherente. Creíble. Que se
sostenga no solo en el momento, sino que pueda compararse con otros momentos
del personaje que retrata.
Recientemente
en la entra de los Oscar se dio un momento de aparente naturalidad, El selfie más famoso del mundo. El acto
divertido perdió su impacto inicial cuando trascendió que aparentemente Samsung
pagó $20 millones de dólares por el “espontáneo”
acto.

El
poder de lo simbólico no puede usarse sólo como una estrategia más de marketing. No
en nuestro tiempo. Es sumamente útil y de gran impacto cuándo lo acompaña la
credibilidad.
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