sábado, 2 de enero de 2010

Cuando la Navidad duele

Espero que este mensaje no sea para usted.

Pero si a pesar de las luces, el color, y la sonrisa que todo el mundo trae en el rostro por estos días, a usted le resulta difícil experimentar lo mismo, quizás deba regalarme unos minutos y recibir un regalo de mi parte.

Si, la Navidad no es sinónimo de felicidad para todos. La Navidad también duele.

Para muchos es en estas épocas cuando los recuerdos de una niñez herida, el dolor de un amor ido pero no olvidado, el luto reciente o eterno por el ser querido que partió, la soledad que no es ausencia de gente, sino carencia de propósito y vientos fríos y helados en el alma, hacen brotar lágrimas.

Para muchos sería deseable dormirse esta noche y no despertar hasta el 3 de enero.

Para muchos la alegría, los colores, las luces, los regalos y comidas, los abrazos y sonrisas, no son motivo de alegría, más bien, estas son la dolorosa evidencia de sus propias carencias.

No escribo por escribir. Yo sé de lo que escribo. También se que es posible volver a dar color a la Navidad en el corazón. La clave es simple, también dolorosa. El resultado es mágico.

El perdón es mi regalo. Así lo resolví yo. Fue la clave que cambió mis navidades 12 años atrás.

Perdonar no es un sentimiento. No se desea perdonar. No sienta culpa, nadie siente ganas desesperadas por perdonar la herida. Se decide perdonar porque intelectual y emocionalmente se comprende que es beneficioso, saludable y liberador.

Perdonar no es olvidar. Olvidar es imposible. Se puede bloquear pero eso muy distinto al perdón. Perdonar es poder recordar sin dolor.

Perdonar es desalojar un inquilino de tu corazón, que quizás por años ha estado viviendo ahí sin pagar el alquiler, te desgasta y agota en recursos sin devolver a cambio ni siquiera un gracias.

Perdonar no es, necesariamente, un restablecimiento de relaciones. Hay personas que a pesar de perdonarlas no es conveniente tener cerca. Limpias el corazón del resentimiento hacia ellas, pero eso no las convierte en tus mejores amigas.

El perdón no es un acto de bondad hacia a otros, sino hacia uno mismo. Usted no le hace un favor al ofensor, se lo hace a usted mismo. El perdonado quizás nunca sospechó de la herida que provocó. Quizá nunca se entere de que fue perdonado, pero usted si sabrá, sentirá y disfrutará de caminar con menos peso esta senda de la vida.

La falta de perdón produce amargura, la amargura se extiende como las raíces de una enredadera y cuando ha cubierto el alma, empieza a tocar nuestro cuerpo. Innumerables son las personas que perdonando reciben salud en su cuerpo para cosas tan molestas, como artritis, alergias, colitis, dolores musculares, problemas estomacales y asma, como yo.

No diga que no puede perdonar. Si puede perdonar.

¿Cómo perdonar? Solo tome la decisión. Aparte un tiempo en privacidad. Ponga música clásica o algo espiritual, que aquiete su espíritu. Pídale a un amigo extraordinario e incondicional que se llama Espíritu Santo, que traiga a su memoria todos los nombres de las personas que debe perdonar.

Haga una lista. Cuando termine tome nombre por nombre y diga: Decido perdonar a SUTANO (A) por esto, por esto y por esto. ¿Qué duele mucho? Si … se lo mencioné desde el principio. Pero el resultado es tan gratificante que se que no se arrepentirá.
Es como sacar las molestas bolsas de basura, que ya empiezan a despedir ese agrio olorcito, a la acera para que el camión las recoja y las lleve lejos.

No olvide perdonarse a usted mismo. No camine con un pasado tormentoso a cuestas. Del pasado lo único que podemos obtener son lecciones. ¿Si ya no podes cambiar lo pasado, por qué insistir en atormentarte?

Y quizás también deba perdonar a Dios. Aunque Él no comete errores, con demasiada frecuencia le resentimos y endosamos, las consecuencias de nuestras propias acciones y decisiones, o de otros, que haciendo uso del libre albedrío que les fue concedido, abusaron de su libertad en perjuicio tuyo.

El perdón es también un estilo de vida. Tendrás que aprender a vivir perdonando, pues la vida no es un laboratorio de experimentación en donde puedes tener todos los factores controlados. No faltará ocasión en que tendrás que decir perdonar nuevamente.

Para quienes la Navidad duele, perdonar podría ser la diferencia. En unos minutos la oscuridad, el gris triste y el frío paralizante, se podrían transformar en la calidez que brinda la paz y la luz que ilumina el alma, que liberada de la gruesa envoltura del dolor, recupera su capacidad de amar.

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